Escribí esta entrada a finales de agosto y aunque se iba a quedar en el cajón de borradores hoy me ha apetecido publicarla:
Creo que la mayor parte de las veces no te das cuenta de las palabras de tus padres hasta que te haces mayor; cuando eres joven les escuchas y lo metes en tu saco roto de "frases de tus padres plomizos". Luego maduras, entras en la vida adulta y puede que hasta tengas hijos y un día te sorprendes repitiendo una de sus frases. Yo recuerdo a mi padre diciendonos a los tres "... que los años no vuelven".
Y esta frase resuena en mi cabeza en un verano que ha volado, que he aprovechado pero que siento que ha pasado demasiado rápido. Un verano en donde me he dado cuenta de que mis hijos se están haciendo mayores y que me queda únicamente retazos de un pequeñín. Un verano en el que he sido consciente de que si hubiera querido cumplir nuestra loca idea de ser 5, la diferencia de edades sería más que considerable. Un verano de inflexión.
Durante un tiempo y ante mi insitente idea de aprovechar he vivido con la quinta marcha puesta y he perdido el rumbo del camino. He entrado en la vorágine actual de consumir rápido, querer llegar a todo y seguir tachando en la lista, para luego sentarme una tarde exhausta en el sofá y sentirme vacía, sin ganas.
Cuando sientes que algo no te gusta en tu vida tienes que pararte y al menos reflexionarlo, no todo se puede cambiar o solucionar en el momento pero desde luego esas situaciones se deben analizar y hay que salir de la rueda para poder pensar porque recuerda que los años no vuelven.
Otra vez en el presente y en febrero 2023 me siento feliz de haberme tomado mi tiempo para ver que era eso que me hacía infeliz y que me robaba el tiempo de lo más importante para mí. Ya procuro no correr, no estar en todos los sitios y pasar más tiempo en casa, quiero disfrutar mucho de los míos, del ahora, porque el futuro es incierto.
María P.