Así es, una de las razones por las que tener hijos mola es revivir la ilusión de la Navidad; eso mola.
Cuando nos hacemos mayores empezamos a descubrir los secretos de la Navidad, las cenas y las comidas empiezan a ser más un compromiso que un deseo, la compra de regalos empieza a ser una obligación agotadora y te da pereza armar el nacimiento y mucho más el árbol (¡con lo que mancha eso!)
Pero de repente aparecen esos pequeños bajitos y la cosa cambia. Entonces sí que apetece volver a revivir el secreto de la noche de los Reyes Magos y hacer malabarismos para tener todo listo y que no se enteren. Y si hurgas en tu memoria recordarás limpiar los zapatos y dejar preparada agua para los camellos. Tradiciones que ahora te apetece repetir con ellos tal y como hacían tus padres contigo.
Tanto que recuerdas cuándo tú eras pequeño y pensabas lo dabuti que era saber que la noche siguiente cenarías con tus primos y que no suficiente con ello es probable que hasta a comer al día siguiente.
Recuerdas que la nochevieja era increíble, aguantar como un jabato para recibir al próximo año sin rogar que te dejasen un ratito más. Bueno y la emoción de las uvas, eso ya no tiene nombre.
Es en ese momento cuando la Navidad se vuelve de nuevo especial.
Así que estas navidades te invito a que pienses por un momento lo que más te gustaba de celebrar estas fiestas con tu familia, que es lo que recuerdas con mayor ilusión y que lo revivas de nuevo con tus pequeños, como si volvieses a ser niño.
Y si te apetece contármelo te espero en los comentarios como siempre.
Desde mi pequeño rinconcito te deseo a tí que me lees unas Felices Fiestas y que disfrutes mucho de esta Navidad.
Gracias
María P.