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A los 22 años Julia sufrió un accidente de tráfico que le hizo replantearse su vida y aprovechar cada momento de la misma. Un año más tarde entraría en el bosque de Stanford en California y sentiría que ese lugar maravilloso le hacía sentirse viva.
Allí descubrió que una compañía maderera estaba dedicándose a talar aquellas secuoyas (algunas milenarias) Julia no lo podía permitir y decidió ponerse en contacto con una asociación ecologista que se dedicaba a subir a los árboles para salvarles.
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De entre todas las secuoyas Julia eligió a Luna; con la ayuda de sus compañeros construyeron un refugio a más de 50 metros de altura. Utilizaron las herramientas que los propios taladores dejaban allí para subir.
Julia estaba decidida a salvar aquella secuoya y para ello permaneció más de dos años junto a ella sin poner un pie en el suelo.
Además de la dureza psicológica de estar allí y de las inclemencias metereológicas tuvo que soportar cañones de agua y helicópteros que utilizaba la empresa maderera para conseguir que abandonase su aventura.
Ella se mantenía gracias a los alimentos que su familia le traía y podían subir gracias a un circuito de poleas.
Pero cuando Julia sentía miedo se abrazaba a Luna para que le transmitiese su fuerza. Durante su estancia concedió entrevistas y consiguió el apoyo de la ciudadanía.
Finalmente bajó de su refugio a los 738 días una vez que consiguió un acuerdo con la empresa para proteger una hectárea alrededor de Luna.
Esta es la historia de Julia Butterfly una mujer valiente, quizás tachada por loca que luchó por un ideal. Ahora que las paredes de casa nos acompañan casi las 24 horas del día damos valor a tener un espacio de naturaleza. Quizás sea el momento definitivo para tomar conciencia.
María P.